marzo 30, 2010

Sillahuay, Cronica de una aventura altiplanica...!!!

Cronica de una cicletada...!!

Por fin, todo estaba listo y dispuesto, solo ajustábamos nerviosamente los últimos detalles en nuestras bicicletas, "calmelbacks" y alforjas, para comenzar nuestro ansiado viaje, aun que aun disponíamos de tiempo éramos presa de una sensación de apuro y ansiedad por partir lo antes posible, ni siquiera ya queríamos contestar los celulares “ no sea que una llamada de ultima hora portase un insalvable inconveniente que nos obligase a postergar nuestra tramitada aventura”, y así, de esta manera, algo frenética y fugitiva iniciamos la esperada travesía de mountainbike entre Colchane (pueblo altiplánico fronterizo entre Chile y Bolivia) y la distante Tarapacá a 140 Km. al SO.

Las características geográficas de este trazado indicaban que se trataría de un largo y rápido descenso, ya que topográficamente hablando no haríamos mas que descender desde los 3.730 m.s.n.m. (metros sobre el nivel del mar) a prácticamente los 1.000 m.s.n.m. y nuestras inquietudes recaían solo en nuestro desarrollo en las primeras horas de pedaleo, donde estaríamos afectos a la altura, por otra parte también existía algo de incertidumbre respecto del trazado en cuestión, dado que este se realizo únicamente en forma virtual y solo en base a imágenes satelitales, por sobre caminos alternativos y otros en plena construcción por parte de CMT (cuerpo militar del trabajo).

Con este escenario partimos desde el centro de la ciudad de Iquique, hasta la intersección de las calles Amuntegui y Juan Martínez, lugar donde se apuestan improvisada y desordenadamente los buses interurbanos que cubren las localidades de Iquique y Colchane. El lugar francamente parece sacado de algún lugar del Congo, el caos, el bullicio, el comercio ambulante ofreciendo toda suerte de alimentos de discutible origen y manipulación, este lugar es una especie de reducto boliviano inserto en el centro de la ciudad, con comidas típicas, lenguaje nativo e incluso muchas de las transacciones se realizan con la moneda del país altiplánico, todo esto adornado por cierto con las vultuosas y coloridas polleras bolivianas surcando presurosas he incesantes la calle de un lado a otro.
Era evidente que en este contexto, no podíamos esperar que nuestro medio de transporte se presentase puntualmente en el lugar, sin ninguna sorpresa, molestia, ni reclamo aparente por parte de ninguno de los indulgentes pasajeros, el dichoso vehículo apareció “puntualmente” una hora después de lo que indicaban nuestros impacientes boletos. Pero esto en ningún modo podía venir a nublar nuestro entusiasmo, habíamos esperado por mucho como para complicarnos con pequeñeces logísticas de este tipo, y lo realmente importante consistía en que ya estábamos acomodando nuestras bicicletas en los compartimentos del bus.
Después de transitar durante cinco sofocantes y agitadas horas por un turbulento camino de tierra, llegábamos finalmente a las 5 A.M. a Colchane, donde nos recibía un fría y oscura madrugada, era realmente una situación casi ciega, realizamos todo el tramite de descarga de nuestras desarmadas bicicletas hablando con anónimas siluetas que iban y venían en una especie de frenesí parecido a una grupo de hormigas desorientadas, luego nos alojamos en una de las dos residenciales existentes en lugar para en unas horas mas emprender nuestro viaje mas descansados y debidamente alimentados.


El hostal resulto también completamente oscuro, e iluminado tan solo por un mezquino trozo de vela, la habitación resulto ser bastante cálida y acogedora y descubriríamos al amanecer cuando la luz natural nos lo permitió, que también era muy aseado, incluso con comodidades como duchas con agua caliente, fuimos atendidos por su propietaria con un generoso desayuno consistente en pan amasado, café y “Chachacoma” una hierba silvestre muy abundante en el lugar a cuya infusión se le atribuyen propiedades que actúan como antídoto para el "mal de altura" o “Puna”.
Los primeros rayos de sol delataron inmediatamente la increíble postal que nos empezaba a sonreír, enormes montañas con cumbres nevadas casi al alcance de la mano, verdes y rumorosos bofedales desparramados en el valle con clarísimas y frías aguas ocultas casi en su totalidad bajo una gruesa capa vegetal, por arriba, una bóveda azul perfecta, como una infinita esfera sobre nuestras cabezas, nos regalaba toda la luz necesaria para empezar a pedalear. En el incrédulo rostro de Rodrigo se podía distinguir fácilmente el asombro de lo que estaba presenciando y claro que si, parecía increíble que esta especie de valle encantado y perdido se encontraban solo a cinco horas de un paisaje tan arenoso y agreste como los alrededores de Iquique, donde solíamos practicar.


Nuestra primera etapa consistía en unos 45 Km. entre Colchane y Cariquima a 3.765 m.s.n.m. una ruta de fácil andar sin dificultades técnicas pero algo pesada considerando que durante toda esta distancia, no hicimos mas que ascender aunque suave y tímidamente, pero ascendiendo al fin y al cabo, una constante que lamentablemente no nos abandonaría hasta muy avanzada la travesía. Este tramo de gran belleza termina precisamente en el poblado de Cariquima (refugio de valientes), descubriríamos una vez en el pueblo a través de una muy bien terminada señalética que el ruta que estábamos haciendo casualmente corresponde a un ambicioso proyecto en ejecución del gobierno llamado “Sendero de Chile”, el orgullo y la impresión no nos cabía en el pellejo, muy posiblemente éramos los primeros ciclistas en pedalear por este tramo del proyecto.


Ya eran las 11.00 A.M. cuando comenzamos a rodar por un camino bastante pesado, con mucha arena y una molesta y agotadora "calamina" la que se hacia interminable por algunos ratos, el camino nos castigo por largos kilómetros de esta forma y aunque no era una verdadera cuesta, la resistencia del "pedal" evidenciaba que aun seguíamos ascendiendo y la fatiga se empezaba a insinuar lenta pero resueltamente.

A la altura de el poblado de Ancuaque nos encontraríamos con un anciano lugareño, quien en un no menos viejo camión , retiraba pacientemente algunas piedras del camino, nos detuvimos para consultarle por las características de la continuación de la ruta y si faltaba mucho para comenzar el ansiado y hasta ahora esquivo descenso, en ese preciso momento me empezó a invadir lentamente una especie de mareo y desfallecimiento y sin poner mi estado en abierta evidencia, me acomode como pude a la orilla del camino tendiéndome bajo un pequeño arbusto, de tal forma que solo parecía que buscaba la escasa sombra del matorral, pero lo cierto es que en mi improvisado escondite me sobrevinieron nauseas acompañado de temblores y una asfixiante falta de oxigeno.


Aunque al lector común, todo lo anterior le pueda parecer terrible, para quien normalmente realiza alguna actividad física que demande o suponga un fulminante esfuerzo, seguramente se ha visto en esta incomoda situación por unos pocos minutos, para luego experimentar una rápida mejoría, que seria lo que afortunadamente también ocurriría en mi caso, todo esto transcurría mientras Rodrigo algunos metros mas allá continuaba la charla con el lugareño, mientras me reincorporaba penosamente a la conversación, distinguí en el rostro de Rodrigo una especie de preocupación y decepción, pues lo que el gentil hombre nos indicaría seria desastroso para nuestros planes de aventura.

El anciano nos recomendaba que por ningún caso continuáramos nuestra expedición, señalando con su agrietada diestra el obstáculo que impediría nuestra arribo a Lirima, el impedimento se trataba nada mas y nada menos, que de un enorme cordón montañoso, una especie de apéndice cordillerano con cumbres nevadas llamada "Cordillera de Sillahuay", por donde nuestra ruta, en plena construcción se remonta por sobre los 5.200 m.s.n.m.. Tal desafío no estaba considerado ni en nuestras mas afiebrada ficción, para agravar todo esto, cuenta el anciano que hace algunos años atrás la nefasta montaña habría atrapado a dos ciclistas universitarios, los que habrían perecido en el intento por cruzarle, por mi parte sentí algo de escepticismo respecto de esta historia, mientras que el crédulo rostro de Rodrigo, solo reflejaba palidez y estupor absoluto. Fuimos convenidos a regresar o avanzar algunos kilómetros más donde encontraríamos el Campamento Militar de Churullo, finalmente decidimos continuar hasta dicho campamento y resolveríamos allí lo que hacer a continuación.

Una vez en el campamento, el sargento encargado de la unidad, confirma oficialmente lo anteriormente indicado por el veterano, incluso indica que el personal militar a debido paralizar la obra y evacuar el área por mal tiempo, por supuesto recomienda con vehemencia abortar en el acto nuestra campaña, incluso nos ofrece albergue con tal que retornemos al día siguiente mas descansados a Colchane. Eran las 16 horas y nuestra frustración se traducía en silencio, el objetivo a pesar de todo lo dicho se mostraba a nuestro alcance, estábamos al pie de la montaña y para ser sinceros no parecía desde allí tan grande ni tan hostil, no obstante sabíamos que no disponíamos de energía ni tiempo necesario para vencer dicha empresa, y mientras explorábamos resignadamente las alternativas de pernoctar en el campamento, o volver inmediatamente, reapareció el abuelo en su vetusto y ruidoso camión. En ese mismo segundo nuestros ojos tropezaron en complicidad y urdíamos instantáneamente un intrépido e irresponsable plan de asalto a la montaña.
Con tal de continuar con nuestro terco propósito, le propusimos al anciano que con la ayuda de su vehículo nos transportase hasta la cima de la montaña, tramo consistente en uno 14 km., para luego solo deslizarnos en un descenso de unos 25 km. hasta Lirima, completando nuestra segunda etapa antes de caer el sol. La alocada y atrevida idea, no tubo ninguna acogida en el chofer del vehículo y el teniente por su parte estuvo a punto de aplicar una "ley marcial" para que desistiésemos de nuestra estupidez, mas me vi en la obligación de desplegar uno de mis mejores desempeños persuasivos de que tenga memoria para poder finalmente convencerles, no sin antes hacernos ver, que lo que hacíamos era bajo nuestra exclusiva responsabilidad, incluso el sargento nos dio algunas indicaciones y cuidados especiales, también coordino por radio con el campamento Lirima ubicado del otro lado de la montaña alojamiento y comida, solo por si alguna casualidad fuésemos capaces de sobrevivir (bromeo el sargento).

Encaramamos nuestras bicis en la tolva del desgastado vehículo y empezamos inmediatamente a subir por una fuerte pendiente, el valle por donde habíamos transitado por casi todo el día se podía divisar completamente, en la medida que ascendíamos a la nevada cumbre comenzaba ahora a experimentar otro tipo de fatiga, un cuadro clínico muy distinto al anterior, este se tradujo en un increíble trastorno del sueño, no podía mantener mis ojos abiertos y lo que trataba de hablar o pensar se trasformaba inmediatamente en una especie de fantasía, manteniéndome en un vaporoso estado de semi inconsciencia por largos minutos, pero por otra parte, curiosamente lograba oír entre ecos, la conversación que Rodrigo mantenía con el chofer, de esta conversación se desprendían nuevos elementos que iba agregando al libreto de mi curioso estado onírico. Solo por algunos segundos lograba con mucha dificultad abrir brevemente los ojos para asomarme a la realidad y observar a través del parabrisas cuan cerca estábamos de la cumbre. Después de un rato, la maquina no fue capaz de continuar ascendiendo y se detuvo abruptamente sacándome de mi profundo letargo, una vez convencido de que me encontraba en el planeta tierra, me baje del vehículo en la mas absoluta desorientación, pero pude ver con alegría que solo nos encontrábamos a unos 300 mts de la cima.

El camión en su retorno desapareció rápida y definitivamente con la primera curva y en ese mismo minutos quedamos en el mas absoluto abandono, a 5.000 m.s.n.m, en un ensordecedor silencio y con un aire completamente enrarecido o mas bien escaso, respirábamos con gran dificultas y nuestros movimientos se traducían en penosos gestos y ademanes por realizar un acto tan sencillo como pronunciar una frase completa y coherente, caminar o por lo menos dar uno o dos pasos seguidos.

Fue aquí, en este momento y lugar, donde íbamos a padecer los peores momentos de terror, fatiga y ” apunamiento”, mentalmente lograba contar cien arrastrados pasos caminando echado indignamente sobre la bicicleta, con la mirada perdida en el suelo, como rehusando mirar hacia la cumbre, esperando con este método que la distancia pasase desapercibida y aparecer de forma espontánea he imperceptible en la cima, terminada una secuencia de pasos caíamos aparatosamente al suelo donde éramos asaltados por repetidos vómitos y escalofríos, también nos acompañaba un formidable dolor de cabeza, después de cada uno de estos descanso era una verdadera lucha poder reincorporarse y continuar con una nueva secuencia, cada vez de menos pasos...100, 75, 50, 25 y luego de 10 en 10, cada etapa con mas intensas palpitaciones, espasmos y mareos, en esta situación, nuestro penoso estado era imposible de disimular, aunque por mi parte sentía la obligación moral de no mostrar mi desesperación ni mi deteriorada condición a Rodrigo, quien no podía disfrazar ya en el rostro la idea inequívoca de la muerte, debo confesar que también por mi parte creí en medio de estos estados convulsivos y de fría transpiración que no seriamos capaces de abandonar el lugar por nuestros propios medios.

De pronto y sin mediar la más mínima advertencia Rodrigo se incorporo lleno de dignidad en el más absoluto silencio y enfilo decididamente por los últimos 100 metros que restaban hasta la misma cima.
Desde el triste lugar donde yo yacía vencido me sentí algo aliviado, y no porque advirtiese que la cima era abordable con un máximo esfuerzo, sino mas bien por que pensé que Rodrigo podría traer ayuda para mi rescate, sinceramente yo había abandonado toda idea de exigirme hasta la cima y solo pensaba como podría sortear el frío de la noche en aquel lugar rodeado de nieve.

Mientras agonizaba hay tendido podía distinguir borrosamente a Rodrigo, quien desde la cima jugando con la nieve me animaba con simpáticas y ridículas piruetas de aliento para que copiase su hazaña, mientras continuaba jugando como un niño en la nieve sin ninguna aparente otra preocupación, ciertamente yo estaba en conocimiento de que este era su primer contacto con este elemento, pero la situación era tan comprometedora que en lo que a mi respectaba me parecía que su actitud era de a lo menos, de muy mal gusto, y le atribuí que había sido presa de una especie de locura temporal o “narcosis nitrogenica”, una especie de borrachera debido a la baja cantidad de oxigeno y el aumento de nitrógeno en la sangre. Tubo que transcurrir un largo rato, hasta que prácticamente reptando llegué hasta la cima, torturado por un dolor de cabeza tremendo, como miles de frías agujas de hielo clavándose en la cien, también Rodrigo padecía de la misma sensación y esto al menos ya le había sosegado su patético encuentro con la nieve, la temperatura seguía cayendo en caída libre, pero lo habíamos logrado después de 3 horas, si, demoramos 3 largas horas en recorrer 300 metros, pero ya estábamos hay y nos abrazamos fuertemente con una gran sensación de triunfo y hermandad.

Mientras subíamos la montaña tuve siempre el convencimiento que una vez allí, desde la cima, podríamos divisar la "Laguna de Huasco", esto resultaba vital para nuestras pretensiones dado que ese lugar era el punto de referencia inequívoco para llegar a Lirima, el espectáculo era realmente soberbio, con montañas nevadas y verdes cerros, aun que carente de un ítem... no se divisaba por ninguna parte la bendita laguna y el camino aparecía y desaparecía serpenteando por los cerros, el cielo ya estaba completamente rojizo y la noche nos comenzaba a tragar rápidamente.

En este lugar el camino estaba en plena construcción y solo eran piedras removidas con explosivos, de tal modo que nuestro descenso se hizo lento y dificultoso, el sendero era de gran complejidad y nuestro cansancio y desesperación se traducía en una conducción errática y solo con gran esfuerzo nos podíamos mantener sobre nuestras bicicletas, Rodrigo por su parte hacia largo rato no me dirigía la palabra solo se limitaba a fustigarme con terribles miradas llenas de ira y rencor, seguramente por haberle comprometido en esta peligrosa aventura, si bien habíamos hasta ahora escapado de las fauces de la montaña, teníamos que esta vez salvar nuestro pellejo de la hipotermia, definitivamente no había tregua y no podíamos escapar del peligro, la naturaleza poseía un arsenal interminable de amenazas para descargar en nuestra contra...fatiga, puna, trastornos, viento, frío, caídas, hambre, oscuridad, etc., etc. esto parecía que no terminaba jamás.
Poco a poco el camino fue mejorando su condición, esto sumado a la inclinada pendiente nos permitió desarrollar bastante velocidad, pero la velocidad de la noche era completamente superior al de nuestras maquinas y ya se hacia dificultoso ver los detalles del camino, en varias ocasiones debimos detenernos porque el camino se abría en dos o mas ramales y acosados por la noche y la ventisca no teníamos tiempo para hacer una elección concienzuda de que camino seguir, lo importante en ese momento ni siquiera era llegar, nuestra meta era descender lo máximo posible antes que cayese la noche, pues mientras mas nos alejásemos de la altura y de la fría masa de nieve tendríamos mas posibilidades de sobrevivir a las bajas temperaturas.

Puedo decir con toda propiedad y sin ninguna humildad que poseo un desarrollado y natural instinto de orientación y que esta cualidad nos permitió indudablemente no equivocar nunca la ruta elegida cuando el camino ofrecía mas de una alternativa carente de señalización, no obstante para mi amigo Rodrigo mis cualidades de navegante ya habían perdido todo crédito y continuaba muy molesto y callado.

Ya el paisaje había perdido los colores y la noche era inminente, cuando llegamos a una ensenada donde apareció una pequeña caseta de madera, carente completamente de ventanas y puerta, solo eran cuatro paredes con un piso de 2 x 2 mts. Y un techo, mas allá, a unos cien metros, el camino se perdía en una tímida subida para perderse en una especie de horizonte terrestre, pude convencer ya no se con que credenciales a Rodrigo de avanzar hasta dicha loma, de mirar hacia el valle y de divisar la Laguna de Huasco, continuaríamos hasta Lirima, de lo contrario nos refugiaríamos en la caseta, Rodrigo gruño una mueca de aceptación o tal vez de resignación pues aparentemente ya estaba entregado a su suerte.

La luz del día era tan débil que el reflejo sobre la laguna parecía la moribunda mirada de un anciano, allá en el fondo del valle estaba la salvación, Rodrigo al ver la laguna pareció recobrar algo de confianza en mi y solo me pregunto una vez si estaba seguro y sin discutir la idea, pusimos el plato grande y enfilamos a toda velocidad , había que hacer un gran esfuerzo por abrir los ojos lo mas posible con tal de que las pupilas se dilatasen y tragasen la mayor cantidad de luz, fueron alrededor de casi 10 km. de un rápido y concentrado descenso, mas intuyendo mentalmente el camino que viéndole con los ojos, una piedra, una zanja o cualquier obstáculo de la mas variada naturaleza que se hubiese cruzado en nuestro camino en aquel minuto habría significado, sin duda alguna, una lesión grave o al menos comprometedora, de pronto, sin mas, y mucho antes de lo que esperábamos apareció casi indistinguible, el campamento CMT de Lirima, era increíble pero en ese preciso momento y tal vez porque nuestras pupilas se relajaron que la noche se hizo completamente negra. Nos acercamos gritado no recuerdo que cosa y rápidamente salió una persona a nuestro encuentro, nos reconocieron inmediatamente como los ciclistas porfiados y suicidas que les habían sido advertidos por radio desde el campamento de Churullo, nos hicieron pasar a una amplia sala que también hacia las veces de comedor, inmediatamente en la entrada pude ver una enorme cruz de madera apostada en la pared, sentimos ganas de dejarnos caer sobre nuestras herejes rodillas y dar gracias infinitas a dios del cielo y todos los santos por esta increíble salvación de nuestras estupidas almas. Nos presentamos con el oficial encargado quien inmediatamente ordeno nos preparasen una cena que estuvo lista casi en el acto, una especie de sopa de quien sabe que, pero que sabia a un delicioso manjar, había también pan amasado el que consumimos raudamente en generosos trozos, verdaderamente éramos unos náufragos de la montaña. Se dispuso un camarote para poder dormir y pensé que caería exhausto a propósito del gran cansancio, pero esto no ocurrió, la altura, la sed, el dolor de cabeza y un enorme frío a pesar de que la habitación contaba con calefacción me impidieron conciliar el sueño hasta muy avanzada la madrugada.

Al otro día a eso de las 8 AM, ya habíamos desayunado y nos encontrábamos listos para emprender la última etapa Lirima-Tarapacá. Después de dar las infinitas gracias por los cuidados prestados emprendimos el rumbo por un valle espectacular, bordeando por largos kilómetros verdes bofedales, en esta parte de la travesía nunca estuvo comprometida nuestra seguridad salvo por un temprano agotamiento del agua en nuestras caramayolas y camelbacks, faltaban 50 km. y no teníamos una gota de agua, lo que significo que nuestro arribo a Pachica (poblado anterior a Tarapacá) fue también algo dramático, aunque en nada comparado con la enorme amenaza que habíamos esquivado el día anterior . La “Cordillera de Sillahuay” este criminal macizó es tan enorme que durante todos los kilómetros recorridos al otro día aun no podíamos quitárnoslo de encima, era perfectamente visible desde todas partes, incluso se puede apreciar desde la carretera panamericana a la altura de Huara, parecía como si no quisiese renunciar a sus presas, incluso coincidimos con Rodrigo que al mirarle desde lejos se sentía una extraña sensación de alivio pero también de nostalgia y sientes el deseo casi hipnótico por volver y darle la revancha, pero por esta vez...hemos ganado.

carlos cubillos cortes

diciembre 16, 2005

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